Ciertamente me gocé mucho cuando vinieron los hermanos y
dieron testimonio de tu verdad, así como tú andas en la verdad. 3 John 1:3.
RV1909
"La verdad" estaba en Gayo, y Gayo "caminó en
la verdad". Si la verdad no hubiera
estado en Gayo caminar en la verdad nuca podría ocurrir; Y si no se puede decir
que es posible "caminar en la verdad", "caminar en la
verdad" habría sido una mentira.
La verdad debe entrar en el alma, penetrarla y saturarla, o
bien no tiene ningún valor. Las doctrinas sostenidas como una cuestión de
creencias son como el pan en la mano, que no es aún alimento; Pero la doctrina aceptada por el
corazón, es como alimento digerido, que, por asimilación, sostiene y construye
el cuerpo.
En nosotros la verdad debe ser una fuerza viva, una energía
activa, una realidad residente, una parte de la trama y de la urdimbre de
nuestro ser. Si está en nosotros, no podemos emprender nada sin ella comenzamos
con ella y terminamos con ella..
Un hombre puede perder sus vestiduras o sus miembros, pero
sus partes internas son vitales, y no pueden ser arrancadas sin la pérdida
absoluta de la vida. Un cristiano puede morir, pero no puede negar la
verdad.
Ahora es una regla de la naturaleza que el interior afecta
al exterior, como la luz brilla desde el centro de la linterna a través de la
copa: por lo tanto, la verdad se enciende dentro, y su brillo pronto irradia en
la vida externa y la conversación.
Se dice que la comida de ciertos gusanos colorea los
capullos de seda; y así el alimento sobre el cual vive la naturaleza interna de
un hombre da un matiz a cada palabra y acto que procede de él. Para caminar en
la verdad, importa una vida de integridad, santidad, fidelidad y sencillez,
producto natural de los principios de verdad que el Evangelio enseña y que el
Espíritu de Dios nos permite recibir. Podemos juzgar los secretos del alma por
su manifestación en la conversación del hombre. Que hoy, oh Espíritu de gracia,
pueda ser gobernado y dirigido por Tu autoridad divina, para que nada falso o
pecador pueda reinar en nuestros corazones, para que no extienda su maligna influencia
a nuestro caminar cotidiano entre los hombres.
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