martes, 29 de noviembre de 2016

Camina en la verdad

Ciertamente me gocé mucho cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, así como tú andas en la verdad. 3 John 1:3. RV1909

"La verdad" estaba en Gayo, y Gayo "caminó en la verdad". Si la verdad  no hubiera estado en Gayo caminar en la verdad nuca podría ocurrir; Y si no se puede decir que es posible "caminar en la verdad", "caminar en la verdad" habría sido una  mentira.

La verdad debe entrar en el alma, penetrarla y saturarla, o bien no tiene ningún valor. Las doctrinas sostenidas como una cuestión de creencias son como el pan en la mano, que no es aún  alimento; Pero la doctrina aceptada por el corazón, es como alimento digerido, que, por asimilación, sostiene y construye el cuerpo. 

En nosotros la verdad debe ser una fuerza viva, una energía activa, una realidad residente, una parte de la trama y de la urdimbre de nuestro ser. Si está en nosotros, no podemos emprender nada sin ella comenzamos con ella y terminamos con ella.. 

Un hombre puede perder sus vestiduras o sus miembros, pero sus partes internas son vitales, y no pueden ser arrancadas sin la pérdida absoluta de la vida. Un cristiano puede morir, pero no puede negar la verdad. 

Ahora es una regla de la naturaleza que el interior afecta al exterior, como la luz brilla desde el centro de la linterna a través de la copa: por lo tanto, la verdad se enciende dentro, y su brillo pronto irradia en la vida externa y la conversación. 

Se dice que la comida de ciertos gusanos colorea los capullos de seda; y así el alimento sobre el cual vive la naturaleza interna de un hombre da un matiz a cada palabra y acto que procede de él. Para caminar en la verdad, importa una vida de integridad, santidad, fidelidad y sencillez, producto natural de los principios de verdad que el Evangelio enseña y que el Espíritu de Dios nos permite recibir. Podemos juzgar los secretos del alma por su manifestación en la conversación del hombre. Que hoy, oh Espíritu de gracia, pueda ser gobernado y dirigido por Tu autoridad divina, para que nada falso o pecador pueda reinar en nuestros corazones, para que no extienda su maligna influencia a nuestro caminar cotidiano entre los hombres.

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