jueves, 10 de noviembre de 2016

Basta al discípulo que sea como Su Maestro

"Basta al discípulo que sea como Su Maestro". 
Mateo 10:25

Nadie disputará esta afirmación, porque sería impropio que el siervo fuera exaltado por encima de su Maestro. 

Cuando nuestro Señor estaba en la tierra, ¿cuál fue el trato que recibió? ¿Acaso sus pretensiones fueron reconocidas, Sus instrucciones fueron seguidas, Sus adoraciones adoradas, por aquellos a quienes Él vino a bendecir? No; "Fue despreciado y rechazado de los hombres". Fuera del campamento estaba Su lugar: la cruz era Su ocupación. 

¿El mundo le dio consuelo y descanso? "Los zorros tienen agujeros, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza". 

Este país inhóspito no le ofreció refugio: lo arrojó y lo crucificó. 

Igual, si usted es un seguidor de Jesús y mantiene un caminar y una conversación consistentes con Cristo, debe esperar ser la porción de esa parte de su vida espiritual que, en su desarrollo exterior, está bajo la observación de los hombres. Ellos lo tratarán como trataron al Salvador, ellos lo despreciarán. 

No sueñes que los mundanos te admiren, o que cuanto más santo y más parecido a Cristo eres, más pacíficamente la gente actuará hacia ti. No apreciaban la joya pulida, ¿cómo valorarían la joya en bruto? "Si han llamado al Maestro de la casa Belcebú, ¿cuánto más  llamarán a los de su casa?" 

Si fuéramos más como Cristo, debemos ser más odiados por sus enemigos. Sería un triste deshonor para un hijo de Dios ser el favorito del mundo. Es un presagio muy malo oír a un mundo perverso aplaudir sus manos y gritar "bien hecho" al hombre cristiano. Él puede comenzar a mirar a su carácter, y se preguntase si  no hay algo malo, cuando los injustos te dan su aprobación. 

Seamos fieles a nuestro Maestro, y no tengamos amistad con un mundo ciego y basto que lo desprecia y lo rechaza. Lejos de nosotros buscar una corona de honor donde nuestro Señor encontró una corona de espinas.

 Ama a la gente pero debes tener presente que a cada bendición de Dios el mundo querrá verte en maldición. Que tu corazón no se endurezca con esto, porque tu mirada debe estar en Jesús.




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