lunes, 22 de junio de 2015

Valentía en la hora de la soledad

2 Timoteo 4.6-18

El pasaje de hoy recoge un momento doloroso en la vida del apóstol Pablo. Mientras estaba preso en una celda, sabía que su muerte era inminente. Había dedicado los últimos años a ganar almas para Cristo, pero ahora estaba solo, sin apoyo, durante su juicio y su tiempo en la cárcel. La soledad debió haberle parecido abrumadora.

Pablo se sentía abandonado, pero no culpó a nadie ni sentía lástima de sí. Por el contrario, enfrentó el sufrimiento con valentía. ¿Qué lo motivaba a mantenerse fortalecido?

Para el apóstol, la conciencia de la presencia de Cristo le daba consuelo y lo motivaba a perseverar. Tener una copia de las Sagradas Escrituras en su celda era, sin duda, de aliento para él (2 Ti 4.13). Y Pablo no solo sabía que Dios estaba allí con él; recordaba también otros tiempos cuando el Señor lo había ayudado. Por ejemplo, años antes, había tenido una visión en la que el Señor le decía que no tuviera miedo durante una tormenta en el mar. Y aunque la nave encalló, todos los hombres sobrevivieron (Hch 27.22-24).

Quienes conocemos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, disponemos sin demora de fortaleza por su íntima presencia. Nuestro Padre celestial promete que nunca abandonará a sus hijos, incluso cuando todo el mundo se haya marchado.

¿Le han dejado solo sus circunstancias? Recuerde las veces cuando Dios fue evidente para usted —cuando reveló claramente su mano en su vida. Y, también, lea su Palabra para que la verdad de su presencia pueda confortarle y animarle. Como creyente, usted nunca está realmente solo.

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