Jonás 4
Lo que la mayoría de las personas saben acerca de Jonás, es que fue
tragado por un gran pez al tratar de huir de Dios. Pero en el vientre
del animal se comprometió a obedecer la voluntad del Señor.
Después que el profeta obedeció, hubo un inesperado giro de los
acontecimientos. Atravesó la ciudad, alertando a la gente sobre la ira
divina —y las personas de Nínive se apartaron del pecado. La respuesta
de los ninivitas debía haber dejado encantado a Jonás. Pero en vez de
eso, se lamentó de que se arrepintieran y de que Dios tuviera
misericordia de ellos, ya que Nínive e Israel eran enemigos desde hacía
mucho tiempo. De hecho, dijo con enojo que había huido a Tarsis
precisamente para evitar tal escenario de arrepentimiento y perdón.
Jonás se disgustó porque su corazón estaba tan duro como cuando había
huido a Tarsis. Al estar atrapado dentro del pez, cambió de opinión y
decidió obedecer la orden del Señor. Expresó su voluntad de hacer todo
lo que Dios quisiera, pero en su corazón todavía deseaba la destrucción
de los ninivitas. A pesar de haber hecho lo correcto, su resentimiento
era evidente.
Dios no puede ser engañado por la obediencia que surja de un corazón
endurecido. Aunque obedecerle con un espíritu renuente pueda lograr el
propósito de Dios, también puede hacernos perder el gozo de nuestra
recompensa. Tal vez el Señor le ha llamado a usted a servirle en algo
que le resulta difícil; de manera que ore pidiendo un corazón dócil
para obedecerle. Encontrará paz y bendición al hacer el trabajo, si
obedece al Señor sin vacilar.
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