Salmos 25:15-22. Reina-Valera 1960.
Mis ojos están siempre hacia Jehová,
Porque él sacará mis pies de la red.
Porque él sacará mis pies de la red.
Mírame, y ten misericordia de mí,
Porque estoy solo y afligido.
Porque estoy solo y afligido.
Las angustias de mi corazón se han aumentado;
Sácame de mis congojas.
Sácame de mis congojas.
Mira mi aflicción y mi trabajo,
Y perdona todos mis pecados.
Y perdona todos mis pecados.
Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado,
Y con odio violento me aborrecen.
Y con odio violento me aborrecen.
Guarda mi alma, y líbrame;
No sea yo avergonzado, porque en ti confié.
No sea yo avergonzado, porque en ti confié.
Integridad y rectitud me guarden,
Porque en ti he esperado.
Porque en ti he esperado.
Redime, oh Dios, a Israel
De todas sus angustias.
De todas sus angustias.
El Señor desea que todas las personas se sientan conectadas a Él, y unas con otras. De hecho, podemos ser consolados rápidamente cuando respondemos de manera sabia a la soledad.
El primer paso es establecer una relación personal con Cristo. No es suficiente con creer que existe. El Señor nos creo con la necesitad de compañerismo; por eso es que relacionarnos con Él nos da sensación de unidad.
Segundo, tenemos que reconocer el hecho de que nos sentimos solos. Algunos cristianos creen incorrectamente que no deben ser susceptibles a los sentimientos humanos normales. Pero la Biblia no dice que no sufriremos de aislamiento emocional. No solamente hombres como David y Pablo, sino incluso el mismo Señor, supieron lo que era el dolor de sentirse abandonados (Sal 25.16; 2 Ti 4.16; Mt 26.40; 27.46).
Por último, debemos tener amigos fieles a Cristo, hermanos que reirán, llorarán y se identificaran con nosotros. Pero, sobre todo, necesitamos amigos que nos encaminen siempre a Dios y que oren por nosotros.
No podemos negar los sentimientos de soledad, ni podemos huir de ellos. Una persona que busca maneras de escapar de tales sentimientos solo aumenta la brecha entre el Señor y ella. Solo hay una manera de cerrar la brecha y vencer la soledad, y es acercándonos al Señor.
Charles Stanley.
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