No tenga tu corazón envidia de los pecadores,
Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo;
Porque ciertamente hay fin,
Y tu esperanza no será cortada.
La cura para la envidia radica en vivir bajo un constante sentido de la presencia divina, adorando a Dios y en comunión con Él todo el día. La verdadera religión levanta el alma a una región superior, donde el juicio se vuelve más claro y los deseos son más elevados. Cuanto más del cielo hay en nuestras vidas, menos de la tierra debemos codiciar. El temor de Dios echa fuera la envidia de los hombres.
El golpe de gracia de la envidia es una consideración calmada del futuro. La riqueza y la gloria de los impíos son un espectáculo vano. Esta apariencia pomposa parpadea durante una hora y luego se extingue. ¿Cuál es el pecador próspera mejor en su prosperidad es cuando el juicio lo alcanza? En cuanto al hombre de Dios, su fin es la paz y la felicidad, y ninguno puede robarle su alegría; por lo cual, se le permitió renunciar a la envidia y se llenará de un contenido dulce y placentero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario