jueves, 14 de mayo de 2015

La Guerra Real

2 Corintios 10:3-5. Reina-Valera 1960.

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

La estrategia principal del enemigo contra el creyente es el engaño. Sabemos por 2 Corintios 11.14 que Satanás “se disfraza como ángel de luz”. De hecho, Jesús lo llamó “padre de mentira” (Juan 8.44). Por tanto, nuestra mejor arma es la verdad, que nos libra de la esclavitud del engaño (v. 32).

Es difícil evitar el engaño cuando no se está consciente de los planes del adversario (2 Corintios  2.11). Uno de sus engaños más antiguos, que se remonta al tiempo de Adán y Eva, es la tentación para hacernos dudar de lo que el Señor ha dicho. Hacerlo significa dudar del amor y del carácter de Dios, lo cual nos hace como el soldado que depone su arma cuando se acerca el enemigo —desconfiar de Dios es lo que hace que el creyente sea abatido una y otra vez por el enemigo. Si usted escucha esta voz de duda, le da un punto de apoyo a Satanás. Eso le debilitará, y entonces, él podrá traer más daño a su vida.

Otro ardid del diablo es distraer al creyente. Una distracción es cualquier cosa que le haga desviar la atención de lo que es más importante en ese momento para que se enfrasque en otra cosa, perdiendo así el enfoque. Satanás no utiliza de manera clara cosas pecaminosas o superficiales para desviarnos de nuestra permanencia en Cristo; utilizará incluso cosas buenas para levantar sutilmente un muro de “ruido” en torno a usted para que poco a poco deje de escuchar la voz del Señor.

Ore para que Dios le ayude a identificar cualquier aspecto de su vida donde usted puede ser susceptible al engaño. Él le dará poder para aferrarse a la verdad y caminar en libertad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario