sábado, 2 de julio de 2016

El Fundamento de la Vida



He esperado tu salvación, Señor! (Génesis 49:18).

En medio de sus profecías en relación con el futuro de sus hijos, no es fácil decir exactamente en qué sentido Jacob usó estas palabras. Pero ellas ciertamente demuestran que tanto para él como para sus hijos su expectativa era sólo Dios. Fue en  la salvación de Dios que él esperó; una salvación que Dios había prometido y que el mismo Dios por sí solo podría hacer funcionar. Él se conocía a sí mismo y a sus hijos y sabía que era estar bajo la acusación de Dios. Jehová el Dios eterno mostraría en ellos lo que su poder salvador es y hace. Las palabras apuntan hacia adelante, a la maravillosa historia de la redención que todavía no está terminada, y apunta para el futuro glorioso en la eternidad a dónde se dirige. Ellos nos sugieren que  no hay salvación sino la salvación de Dios, y nos enseñan a cómo esperar en Dios para que, ya sea por nuestra experiencia personal, o en círculos más amplios, sea nuestro primer deber, nuestra verdadera felicidad, esperar en Dios.

Hoy en medio de tanta desesperación, de tanto afán, de tanta urgencia, de querer obtener las cosas inmediatamente, del estrés, de la ansiedad, de perseguir las cosas por el fin y medio que sea posible, es necesario que volvamos a las bases de nuestra fe y los fundamentos que Dios nos da, uno de esos fundamentos está en esperar en Él.

Pensemos en nosotros mismos, y la salvación que Dios inconcebiblemente glorioso ha de realizar en nosotros en Cristo, y ahora Dios está proponiéndose  elaborar y perfeccionar en nosotros por el Espíritu esa salvación. Meditemos un poco hasta que nos demos cuenta de que cada participación de esta gran salvación, de instante en instante, debe ser obra de Dios mismo. Dios no puede separarse de su gracia, o separarse de su  bondad, o de su fuerza, como una cosa externa que Él nos da, como Él da las gotas de lluvia desde el cielo. No, el no puede separarse de la gracia, ni nos separa a nosotros de sus favores; Lo único que Dios puede hacer por su naturaleza de bondad y amor es dar esa gracia, y sólo podemos disfrutar de ella, en la forma como él mismo la trabaja directamente y sin cesar. Y la única razón por la que no funciona más eficazmente y de forma continua, es que nosotros no lo permitimos. Nosotros podemos impedírselo, ya sea por nuestra indiferencia o por nuestro propio esfuerzo, por lo que no puede hacer lo que  haría si se lo permitiésemos. Lo que Dios nos pide, en el camino de la entrega, y la obediencia, y el deseo, y la confianza, es todo lo comprendido en esta sola palabra: esperar en El.
Estar a la espera de su salvación. Combina el sentido profundo de toda nuestra impotencia de nosotros mismos para trabajar lo que es divinamente bueno, y nuestra confianza perfecta para que nuestro Dios trabaje todo en su poder divino.

Una vez más, digo, meditemos en la gloria divina de la salvación que según los propósitos de Dios  se resuelve en nosotros, hasta que sepamos las verdades que implica. Nuestro corazón es el escenario de una operación divina más maravilloso que la Creación. Podemos hacer poco hacia el trabajo como en la creación del mundo, aún en el querer, Dios obra en nosotros el querer como el hacer. Sólo lo que Dios nos pide es ceder, al consentimiento, a esperar en Él, y Él lo hará todo.
 
Meditemos y mantengamos esta posición, hasta que veamos cómo se realiza todo correctamente por medio de Dios que puede hacer todo, hasta que nuestra alma y juicio de él mismo se hunden en una profunda humildad para decir: "He esperado tu salvación, Señor." Entonces allí será bendita las bases profundas de toda nuestra oración cuyo  trabajo será: "En verdad mi alma espera en Dios."

La aplicación de esta verdad a círculos más amplios, a los que trabajan o interceder, en la Iglesia de Cristo, o en todo el mundo, no es difícil. No puede haber ninguna buena obra, sin el trabajo de Dios; y para que Dios trabaje hay que  esperar en Dios, allí se  tiene el corazón lleno de fe para el trabajo, y se tiene   fe para orar para que baje su gran poder, y esa es nuestra única sabiduría. Oro para que  los ojos de nuestro corazón se abran para ver a Dios obrando en nosotros mismos y en los demás, y para ver cuán bendito es adorar y simplemente esperar a que su salvación actué en nuestras vidas!

Nuestra oración privada y pública son nuestras expresiones que guían  nuestra relación con Dios: es en ellas principalmente que nuestra espera en Dios debe ejercerse. Si nuestra espera comienza por calmar las actividades de la naturaleza y ha de seguir siendo así delante de Dios; si esa oración se inclina y trata de ver a Dios en Su operación universal y poderosa, capaz por sí solo y siempre listo para trabajar todo para bien; si nuestra oración se rinde a Él en la seguridad de que Él está trabajando y trabajará en nosotros; si nosotros nos  mantenemos en el lugar de la humildad y la quietud, y si nos entregamos por completo hasta que el Espíritu de Dios  acelere por medio de la fe lo que Él va a perfeccionar en su obra: entonces esto será, la fuerza y ​​la alegría del alma. La vida se convertirá en un grito profundo de bendición: "He esperado tu salvación, Señor."

"Alma mía, en Dios solamente reposa!"

-Esperando De Dios

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