He esperado tu salvación, Señor! (Génesis 49:18).
En medio de sus profecías en relación con el futuro de sus
hijos, no es fácil decir exactamente en qué sentido Jacob usó estas palabras.
Pero ellas ciertamente demuestran que tanto para él como para sus hijos su
expectativa era sólo Dios. Fue en la
salvación de Dios que él esperó; una salvación que Dios había prometido y que
el mismo Dios por sí solo podría hacer funcionar. Él se conocía a sí mismo y a
sus hijos y sabía que era estar bajo la acusación de Dios. Jehová el Dios
eterno mostraría en ellos lo que su poder salvador es y hace. Las palabras
apuntan hacia adelante, a la maravillosa historia de la redención que todavía
no está terminada, y apunta para el futuro glorioso en la eternidad a dónde se dirige.
Ellos nos sugieren que no hay salvación
sino la salvación de Dios, y nos enseñan a cómo esperar en Dios para que, ya
sea por nuestra experiencia personal, o en círculos más amplios, sea nuestro
primer deber, nuestra verdadera felicidad, esperar en Dios.
Hoy en medio de tanta desesperación, de tanto afán, de tanta
urgencia, de querer obtener las cosas inmediatamente, del estrés, de la
ansiedad, de perseguir las cosas por el fin y medio que sea posible, es
necesario que volvamos a las bases de nuestra fe y los fundamentos que Dios nos
da, uno de esos fundamentos está en esperar en Él.
Pensemos en nosotros mismos, y la salvación que Dios
inconcebiblemente glorioso ha de realizar en nosotros en Cristo, y ahora Dios está
proponiéndose elaborar y perfeccionar en
nosotros por el Espíritu esa salvación. Meditemos un poco hasta que nos demos
cuenta de que cada participación de esta gran salvación, de instante en
instante, debe ser obra de Dios mismo. Dios no puede separarse de su gracia, o separarse
de su bondad, o de su fuerza, como una
cosa externa que Él nos da, como Él da las gotas de lluvia desde el cielo. No,
el no puede separarse de la gracia, ni nos separa a nosotros de sus favores; Lo
único que Dios puede hacer por su naturaleza de bondad y amor es dar esa gracia,
y sólo podemos disfrutar de ella, en la forma como él mismo la trabaja
directamente y sin cesar. Y la única
razón por la que no funciona más eficazmente y de forma continua, es que
nosotros no lo permitimos. Nosotros podemos impedírselo, ya sea por
nuestra indiferencia o por nuestro propio esfuerzo, por lo que no puede hacer
lo que haría si se lo permitiésemos. Lo
que Dios nos pide, en el camino de la entrega, y la obediencia, y el deseo, y
la confianza, es todo lo comprendido en esta sola palabra: esperar en El.
Estar a la espera de su salvación. Combina el sentido
profundo de toda nuestra impotencia de nosotros mismos para trabajar lo que es
divinamente bueno, y nuestra confianza perfecta para que nuestro Dios trabaje
todo en su poder divino.
Una vez más, digo, meditemos en la gloria divina de la
salvación que según los propósitos de Dios se resuelve en nosotros, hasta que sepamos las
verdades que implica. Nuestro corazón es el escenario de una operación divina
más maravilloso que la Creación. Podemos hacer poco hacia el trabajo como en la
creación del mundo, aún en el querer, Dios obra en nosotros el querer como el
hacer. Sólo lo que Dios nos pide es ceder, al consentimiento, a esperar en Él,
y Él lo hará todo.
Meditemos y mantengamos esta posición, hasta que veamos cómo
se realiza todo correctamente por medio de Dios que puede hacer todo, hasta que
nuestra alma y juicio de él mismo se hunden en una profunda humildad para
decir: "He esperado tu salvación, Señor." Entonces allí será bendita
las bases profundas de toda nuestra oración cuyo trabajo será: "En verdad mi alma espera en
Dios."
La aplicación de esta verdad a círculos más amplios, a los que
trabajan o interceder, en la Iglesia de Cristo, o en todo el mundo, no es
difícil. No puede haber ninguna buena obra, sin el trabajo de Dios; y para que
Dios trabaje hay que esperar en Dios, allí
se tiene el corazón lleno de fe para el
trabajo, y se tiene fe para orar para que baje su gran poder, y esa
es nuestra única sabiduría. Oro para que los ojos de nuestro corazón se abran para ver
a Dios obrando en nosotros mismos y en los demás, y para ver cuán bendito es
adorar y simplemente esperar a que su salvación actué en nuestras vidas!
Nuestra oración privada y pública son nuestras expresiones que
guían nuestra relación con Dios: es en
ellas principalmente que nuestra espera en Dios debe ejercerse. Si nuestra
espera comienza por calmar las actividades de la naturaleza y ha de seguir
siendo así delante de Dios; si esa oración se inclina y trata de ver a Dios en
Su operación universal y poderosa, capaz por sí solo y siempre listo para
trabajar todo para bien; si nuestra oración se rinde a Él en la seguridad de
que Él está trabajando y trabajará en nosotros; si nosotros nos mantenemos en el lugar de la humildad y la
quietud, y si nos entregamos por completo hasta que el Espíritu de Dios acelere por medio de la fe lo que Él va a
perfeccionar en su obra: entonces esto será, la fuerza y la alegría del alma.
La vida se convertirá en un grito profundo de bendición: "He esperado tu
salvación, Señor."
"Alma mía, en Dios solamente reposa!"
-Esperando De Dios
No hay comentarios:
Publicar un comentario