Cuando a mi hermana Carole le diagnosticaron cáncer de mama, toda la familia se preocupó. Las cirugías y los tratamientos nos hicieron temer por su bienestar, lo cual nos llevó a orar por ella. Durante los meses siguientes, fue sincera al ponernos al tanto de los desafíos, pero todos nos alegramos cuando llegó el informe de que los tratamientos habían tenido éxito. ¡Estaba recuperándose!
Menos de un año más tarde, mi hermana Linda enfrentó la misma lucha. De inmediato, Carole estuvo a su lado para ayudarla a entender qué esperar y cómo prepararse para lo que vendría. Su propia experiencia la había equipado para acompañar a Linda en su prueba.
Esto es lo que Pablo nos dice que debemos hacer en 2 Corintios 1:3-4: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios».
Gracias al Señor que Él no desaprovecha nada. Nuestras luchas no solo nos dan la oportunidad de experimentar su consuelo, sino que también nos abren la puerta para compartir ese consuelo con otras personas que sufren.
Menos de un año más tarde, mi hermana Linda enfrentó la misma lucha. De inmediato, Carole estuvo a su lado para ayudarla a entender qué esperar y cómo prepararse para lo que vendría. Su propia experiencia la había equipado para acompañar a Linda en su prueba.
Esto es lo que Pablo nos dice que debemos hacer en 2 Corintios 1:3-4: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios».
Gracias al Señor que Él no desaprovecha nada. Nuestras luchas no solo nos dan la oportunidad de experimentar su consuelo, sino que también nos abren la puerta para compartir ese consuelo con otras personas que sufren.
¿Cómo puedo alentar hoy a alguien que sufre?
La presencia de Dios nos consuela; nuestra presencia consuela a otros.
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