“Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (Romanos
5:1).
EL PERDÓN DE DIOS
TRAE PAZ A NUESTRA VIDA.
Hemos dicho que el pecado es una carga pesada que corroe el
alma, esclaviza al hombre y le causa múltiples sufrimientos. Ahora cuando el
hombre se reconcilia con Dios, acepta Su oferta del perdón y experimenta Su
perdón en su corazón, comienza a revertir las consecuencias del pecado en su
vida; pero además entra en la paz con Dios, tal como lo expresa Romanos
5:1: “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”. Esto quiere decir que hacemos las paces con Dios, y somos
liberados de las consecuencias eternas del pecado. Esa conciencia de sentirse
perdonado por Dios trae paz al corazón arrepentido. Esa paz se experimenta como
reconciliación y restauración de la relación con Dios.
Pero existe una paz interna, que constituye un don de Dios,
y equivale a la paz de Dios. La paz de Dios equivale a la segunda mención de
Jesús sobre la paz que aparece en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy;
no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.
Esta es una paz que se alimenta de la comunión con Dios, y fluye de Él, por lo
que no está condicionada por las circunstancias: favorables o desfavorables. No
es la paz que tiene que ver con la ausencia de conflictos
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