lunes, 26 de noviembre de 2018

LA VANIDAD DE LA VANIDAD






Eclesiastés  2:12-23 RV 1960.

Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.
Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.


Pensar aún en la vanidad es vanidad.
Cuando tenemos una perspectiva solamente de la vida  terrenal como lo único que viviremos, llegamos a frustrarnos y vivir decepcionados. El predicador en Eclesiastés, solo conocía una perspectiva terrenal, no pudo ver más allá. Jesucristo vino para enseñarnos acerca de la vida eterna que tenemos en él, y nos dio esperanza para vivir con visión de que hay una vida después de la muerte.

El pensar que todo está en está vida, hará que perdamos todo sentido de nuestra verdadera existencia, somos espíritu, alma y cuerpo. La palabra  dice que el espíritu va a Dios, sin embargo el cuerpo muere y vuelve a la tierra.

Pensar y pensar en las cosas de este mundo, sin tener a Dios como el centro de todas las cosas, nos hace pensar en que nada tiene sentido. Tal vez este sea el por qué muchos viven sus días amargados, desanimados y sin propósito. La creencia en la existencia de un mundo mejor fuera de esta realidad momentánea, nos hace pensar en las palabras de nuestro Señor. “Iré a prepararles morada”.

Es la fe, la que nos hace tener esperanza, sentido y propósito. Si se tiene sabiduría, pero no se tiene fe en Dios, veremos el mundo como un lugar sin sentido, sin oportunidad y nada de lo que hayamos hecho valió la pena.

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