Efesios 2.4-10
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Muchas personas creen que acumular buenas obras les ganará la aprobación divina. Pero la muerte es el único pago por el pecado que puede satisfacer a la justicia divina (Ro 6.23). Puesto que todos pecamos, merecemos vivir eternamente sin Dios.
La gracia —la expresión del amor y de la misericordia de Dios a quienes no merecían nada— fue la solución para nuestra terrible condición. Dios envió a su Hijo Jesucristo a morir en nuestro lugar. Según Romanos 10.9, lo único que necesitamos hacer es creer. La muerte de Jesús satisfizo la justicia de Dios, y nos trajo:
Una vida nueva. Nuestro espíritu es vivificado en Cristo en el momento que reconocemos que somos pecadores, dejamos nuestra rebeldía y creemos que su muerte pagó totalmente nuestra deuda por el pecado.
Libertad. En el momento de la salvación, el poder del pecado sobre nosotros es destruido, y somos libres de la esclavitud que nos dominaba. Jesús nos sacó del lodazal de la desobediencia y nos dio fe para creer. Ahora podemos ejercer nuestra nueva libertad y seguirle.
Seguridad. Cuando aceptamos el veredicto de Dios de que somos pecadores por naturaleza y aceptamos el sacrificio de nuestro Salvador como pago por nuestros pecados, somos adoptados en la familia del Padre celestial. Nuestro estatus cambia al instante: antes éramos objetos de ira, ahora somos hijos de Dios. Algún día estaremos sentados en el reino celestial con Cristo para disfrutar de la vida eterna con Él.
Dios puso a su Hijo en nuestro lugar para que recibiera el castigo que merecíamos. ¿Cómo demostrará usted su gratitud a Dios por su gracia salvadora?
miércoles, 8 de julio de 2015
martes, 7 de julio de 2015
La necesidad de salvación
Efesios 2.1-3
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Los seguidores de Cristo entienden la importancia de ser salvos, pero el mundo no ve ninguna necesidad de redención.
Quienes no tienen una relación personal con Dios por medio de su Hijo Jesucristo están:
Muertos espiritualmente. Muchas personas no entienden que hay tres clases de muerte: física, eterna y espiritual. La muerte eterna se producirá en el fin del mundo cuando todos los que rechazaron a Cristo como Salvador sean separados de Dios para siempre (Mt. 25.41). La muerte espiritual se produjo en el huerto del Edén. La desobediencia cortó la relación estrecha que tenían Adán y Eva con Dios, e hizo que sus descendientes estuviéramos separados espiritualmente de Él (Ro 5.12). Todos nacemos como personas “muertas” que necesitan una vida nueva.
Viviendo una vida de pecado. Nuestra naturaleza es rebelarnos contra Dios, y eso se llama pecado. Una y otra vez elegimos lo que nos agrada, en vez de a Él. Nuestros esfuerzos por ser libres del poder del pecado son vanos (Jn 8.34). Como esclavos del pecado, necesitamos que alguien nos libere.
Bajo la ira divina. Por nuestra desobediencia, estamos bajo la condenación de Dios, aguardando el castigo. Todos los esfuerzos por ganar su aprobación y escapar de nuestra sentencia son insuficientes. Por eso, nuestra única esperanza de escapar es que alguien más reciba nuestro castigo.
La buena noticia es que el Señor ha provisto una manera para que todos pasemos de muerte espiritual a vida; de esclavitud de pecado a libertad; y de condenación a intimidad con Él. Jesucristo es el único camino, y Él suple todas nuestras necesidades (Jn 14.6).
Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Los seguidores de Cristo entienden la importancia de ser salvos, pero el mundo no ve ninguna necesidad de redención.
Quienes no tienen una relación personal con Dios por medio de su Hijo Jesucristo están:
Muertos espiritualmente. Muchas personas no entienden que hay tres clases de muerte: física, eterna y espiritual. La muerte eterna se producirá en el fin del mundo cuando todos los que rechazaron a Cristo como Salvador sean separados de Dios para siempre (Mt. 25.41). La muerte espiritual se produjo en el huerto del Edén. La desobediencia cortó la relación estrecha que tenían Adán y Eva con Dios, e hizo que sus descendientes estuviéramos separados espiritualmente de Él (Ro 5.12). Todos nacemos como personas “muertas” que necesitan una vida nueva.
Viviendo una vida de pecado. Nuestra naturaleza es rebelarnos contra Dios, y eso se llama pecado. Una y otra vez elegimos lo que nos agrada, en vez de a Él. Nuestros esfuerzos por ser libres del poder del pecado son vanos (Jn 8.34). Como esclavos del pecado, necesitamos que alguien nos libere.
Bajo la ira divina. Por nuestra desobediencia, estamos bajo la condenación de Dios, aguardando el castigo. Todos los esfuerzos por ganar su aprobación y escapar de nuestra sentencia son insuficientes. Por eso, nuestra única esperanza de escapar es que alguien más reciba nuestro castigo.
La buena noticia es que el Señor ha provisto una manera para que todos pasemos de muerte espiritual a vida; de esclavitud de pecado a libertad; y de condenación a intimidad con Él. Jesucristo es el único camino, y Él suple todas nuestras necesidades (Jn 14.6).
domingo, 5 de julio de 2015
Dios Habla Por Experiencias O Circunstancias
Efesios 5:17.
Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la
voluntad del Señor.
Algunas veces puede Dios hablar por medio de incidentes muy concretos,
a veces esto sucede en oración en la casa; a veces sucede cuando respondemos a
un llamado en el altar, frecuentemente se producirá cuando las personas son
salvas, puede que sea un momento en que una tremenda claridad llega como
resultado de algún incidente, cuando Dios habla mediante una experiencia
concreta seremos capaces de señalar ese momento en el tiempo como una marca
para cambio en nuestras vidas.
A través de circunstancias sobre las cuales José no tenía ningún
control personal, él fue usado por Dios para salvar las vidas de miles de
personas por un tiempo de hambre severa.
Muchas veces surgen circunstancias extrañas en nuestra vida, sin
embargo necesitamos observar con atención esas circunstancias para poder oír
claramente la voz de Dios.
En ocasiones nos sobrevienen pruebas y circunstancias que no queremos
aceptar, pero que sin darnos cuenta, son los medios que Dios está utilizando
para que escuchemos su voz, y a la vez para llamar nuestra atención hacia
Él.
Muchos le dicen a Dios: “¿Por qué me está pasando a mí?”. Pero nunca le
preguntan a Dios lo que quieren que les enseñe a través de la prueba.
En ocasiones Dios habla más fuerte a través de las pruebas y los
problemas, que a través de los truenos. Pues la prueba hace que no dependamos
más de nosotros mismos, sino de Dios. Dios envía en ocasiones situaciones
desesperantes a nuestra vida, porque sabe que es de la única manera que le
escucharemos.
Las ocupaciones, la ansiedad, las disculpas, la mediocridad, la
tibieza, y todo lo que nos aparte de Dios son dejados a un lado para escucharle
hablar solo cuando Dios nos tiene en apuros:
• Muchos escuchan mejor a
Dios en la cama de un hospital, que en la cama de su hogar.
• Otros lo escuchan mejor
cuando están enfermos que cuando gozan de salud.
• Otros lo escuchan mejor y se
atreven a hablarle cuando se quedan sin empleo que cuando lo tienen, pues
cuando lo tienen ni le hablan. Es más, le ignoran por completo.
• Otros atienden más a la voz
de Dios cuando pasa a una calamidad, pues cuando nada pasa ni se dignan a
hablarle, ni mucho menos a escucharle.
No esperemos que algo malo acontezca para buscar a Dios y atender a su
llamado, es mejor adorarle y darle gracias porque Él ha sido fiel y nos ha
protegido y bendecido. Recuerde que Dios nos habla por medio de su Palabra, por
medio de su Santo Espíritu; y cuando alguien está demasiado endurecido por el
pecado, Dios en ocasiones recurre hablar por medio de un zapatazo a través de
las pruebas y las circunstancias adversas.
Dios comunica Su plan a través de las circunstancias. Un ejemplo
excelente de esto se encuentra en el Antiguo Testamento. Es la vida de José
registrada en Génesis 37-50.
Génesis 45:5-8.
Ahora pues, no os entristezcáis ni os pese el haberme vendido
acá, porque para preservación de vida me ha enviado Dios delante de vosotros.
Ya han transcurrido dos años de hambre en medio de la tierra, y todavía quedan
cinco años en que no habrá ni siembra ni siega. Pero Dios me ha enviado delante
de vosotros para preservaros posteridad en la tierra, y para daros vida
mediante una gran liberación.
Así que no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me ha
puesto como protector del faraón, como señor de toda su casa y como gobernador
de toda la tierra de Egipto”
Los hermanos de José lo vendieron como esclavo al Egipto, pero él vio
esto como la dirección de Dios.
sábado, 4 de julio de 2015
HUÉSPED INVISIBLE EN NUESTRO HOGAR
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto,
no temeremos, aunque la tierra
sea removida, Y se traspasen los montes
al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, Y
tiemblen los montes a causa de su braveza.
Selah
Salmo 46:1-3
Señor, tu has sido nuestro refugio de generación en
generación. Salmo 90:1.
Puedes saber que tienes graves problemas cuando tu mamá o tu
papá te llaman usando tu nombre completo, el de pila y tu apellido. Pero, ¿has
tenido alguna de estas experiencias?
• Pusieron el plato de comida del gato sobre la mesa, y tu
plato en el suelo.
• Tus padres le alquilan tu habitación a un estudiante de
Mongolia, y todavía faltan muchos años hasta que puedas formar tu propio hogar.
• Tu mamá no le pone sábanas a tu cama.
• Te dan espinacas de
postre, mientras que todos los demás reciben postre de chocolate.
• Tu mamá consigue trabajo como comediante, y todos sus
chistes son a expensa tuya.
• Tu papá está en el patio de atrás pintando tu nombre en la
casa del perro.
Todos tenemos la necesidad de pertenecer, de ser parte de un
núcleo humano. Y a pesar de que a veces nos resulta difícil llevarnos bien en
casa, la intención del Señor es que nuestras necesidades sean satisfechas en
nuestra familia. Su plan es que por más cruel que sea el mundo, siempre podamos
llegar a casa, sacarnos los zapatos, y decir: “Aquí, yo puedo ser yo”.
Es de lamentar que muchos no pueden hacer esto cuando van a
su casa. Y tarde o temprano, en algún momento, todos nos sentimos desconectados
de la familia, y no sólo porque nos metimos en dificultades.
Los hermanos y las
hermanas pueden hacer que uno u otro se sienta rechazado. A veces aun los
padres se sienten malqueridos y que no son apreciados. Cuando no nos estamos
llevando bien con la familia, nuestro hogar puede ser un lugar donde nos
sentimos solos, o peor.
Quizá te sorprenda saber que Jesús sabía lo que era sentirse
rechazado en su propia casa. Sus hermanos y hermanas distaban de estar
entusiasmados por su ministerio (Juan 7:5). Además, careció de un hogar
mientras viajaba por todo Israel los últimos tres años de su vida terrenal (Mateo 8:20).
Entonces, ¿cómo pudo Jesús sentirse aceptado?
Jesús se apoyaba en el hecho de que pertenecía a su Padre.
Cuando vivió sobre la tierra, Jesús no podía ver al Padre más de lo que lo
puedes ver tú. Pero sabía que su Padre estaba con él, y saberlo le daba una paz
y seguridad que le daban fuerzas para seguir adelante. Sabía la verdad del
Salmo 90:1: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación”.
Dios, quien está con nosotros dondequiera que estemos, nos
brinda un hogar precisamente donde estamos. Es la clase de lugar que quiere que
formemos los unos para los otros, haciendo que el hogar en que vivimos sea un
lugar seguro, tranquilo y armonioso.
¿De qué manera podemos hacer de nuestro hogar un lugar
cálido donde cada uno se siente aceptado y bienvenido?
Señor, ayúdanos a
crear un hogar donde cada uno podamos sentirnos aceptados y bienvenidos. Y
gracias porque siempre nos podemos sentir en casa contigo.
Escoge a un
integrante de tu familia y realiza hoy algo para hacer que tu hogar sea un
lugar donde él se sienta aceptado.
viernes, 3 de julio de 2015
El poder de la paciencia
Hebreos 6.9-15
Imagine que usted está esperando en una fila que no se ha movido por diez minutos. Muchos de nosotros nos sentiríamos frustrados, pues vivimos en una generación que espera resultados inmediatos.
Todo el mundo lucha con cierto grado de impaciencia. Nacimos con esta característica; pensemos en el bebé que quiere su leche a medianoche. Su reacción innata es llorar al primer indicio de incomodidad hasta que tenga satisfecha su necesidad. Los hábitos de nuestra vieja naturaleza carnal, como la impaciencia, hacen que esto sea una batalla continua para la mayoría de las personas, pero que bien vale la pena enfrentar.
Veamos la definición bíblica de paciencia. La palabra puede referirse tanto a ser tardo para la ira, como ser perseverante —es decir, a no rendirse bajo la presión. La paciencia se revela cuando estamos dispuestos a esperar sin sentirnos frustrados, aunque estemos sufriendo o experimentando un deseo poderoso. Además, paciencia significa aceptar lo que el Señor decida dar o no, y estar dispuesto a recibirlo en el tiempo de Él. Mientras tanto, debemos orar, obedecer y perseverar mientras buscamos la dirección de Dios.
El peligro de la impaciencia es que podemos perder el plan perfecto del Señor y su bendición. Pero si confiamos en la voluntad y en el tiempo de Dios, conoceremos la paz interior.
¿Cuál es la causa de su estrés? Examine bien si está tomando las cosas en sus manos, o si está dejando las circunstancias al Dios todopoderoso. Obedezca lo que dice el Salmo 37.7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Busque su voluntad y su tiempo. Cualquier otra cosa puede ser destructiva.
Imagine que usted está esperando en una fila que no se ha movido por diez minutos. Muchos de nosotros nos sentiríamos frustrados, pues vivimos en una generación que espera resultados inmediatos.
Todo el mundo lucha con cierto grado de impaciencia. Nacimos con esta característica; pensemos en el bebé que quiere su leche a medianoche. Su reacción innata es llorar al primer indicio de incomodidad hasta que tenga satisfecha su necesidad. Los hábitos de nuestra vieja naturaleza carnal, como la impaciencia, hacen que esto sea una batalla continua para la mayoría de las personas, pero que bien vale la pena enfrentar.
Veamos la definición bíblica de paciencia. La palabra puede referirse tanto a ser tardo para la ira, como ser perseverante —es decir, a no rendirse bajo la presión. La paciencia se revela cuando estamos dispuestos a esperar sin sentirnos frustrados, aunque estemos sufriendo o experimentando un deseo poderoso. Además, paciencia significa aceptar lo que el Señor decida dar o no, y estar dispuesto a recibirlo en el tiempo de Él. Mientras tanto, debemos orar, obedecer y perseverar mientras buscamos la dirección de Dios.
El peligro de la impaciencia es que podemos perder el plan perfecto del Señor y su bendición. Pero si confiamos en la voluntad y en el tiempo de Dios, conoceremos la paz interior.
¿Cuál es la causa de su estrés? Examine bien si está tomando las cosas en sus manos, o si está dejando las circunstancias al Dios todopoderoso. Obedezca lo que dice el Salmo 37.7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Busque su voluntad y su tiempo. Cualquier otra cosa puede ser destructiva.
jueves, 2 de julio de 2015
Para reconocer la voz de Dios
Juan 10.3-5, 14-16
A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños...
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
¿Alguna vez ha estado usted en un automóvil con alguien que está buscando una emisora específica en la radio? Mientras afina constantemente la frecuencia, ladea su oído para escuchar cuidadosamente. Descarta una estación tras otra, hasta que escucha la voz familiar que ha estado buscando.
En nuestra vida cristiana, conocemos la importancia de reconocer la voz de Dios y descartar otras. Al tomar decisiones, necesitamos estar seguros de que escuchamos a la Persona adecuada. La Biblia nos asegura que, como creyentes, podemos distinguir la voz de Dios de todas los demás (Jn 10.27).
¿Cuáles son algunas de las condiciones para reconocer su voz?
Estar en la banda correcta.
La voz del Señor se escucha en toda la Biblia. Dedique tiempo para conectarse con Dios por medio de su Palabra. Deje que el Espíritu Santo le recuerde las verdades relacionadas con su situación.
Estar sintonizado con la estación correcta.
Dios siempre dice palabras que son congruentes con las Sagradas Escrituras —Él nunca las contradecirá. Compare lo que usted esté escuchando con su Palabra, y busque el consejo piadoso para asegurarse de que tiene la dirección de Dios.
Estar dispuesto a hacer los ajustes necesarios.
A veces, lo que Dios nos dice puede parecer ilógico según razonamiento humano. Puede ser tentador desestimar una voz que no está de acuerdo con nuestras ideas, pero los hijos de Dios necesitamos seguir sus instrucciones, cueste lo que cueste.
Nuestro Salvador le está llamando, ¿le resulta fácil reconoce su voz? Para conocer su voz mejor, dedique más tiempo a su Palabra. Hoy es un buen momento para comenzar a hacerlo.
A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños...
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
¿Alguna vez ha estado usted en un automóvil con alguien que está buscando una emisora específica en la radio? Mientras afina constantemente la frecuencia, ladea su oído para escuchar cuidadosamente. Descarta una estación tras otra, hasta que escucha la voz familiar que ha estado buscando.
En nuestra vida cristiana, conocemos la importancia de reconocer la voz de Dios y descartar otras. Al tomar decisiones, necesitamos estar seguros de que escuchamos a la Persona adecuada. La Biblia nos asegura que, como creyentes, podemos distinguir la voz de Dios de todas los demás (Jn 10.27).
¿Cuáles son algunas de las condiciones para reconocer su voz?
Estar en la banda correcta.
La voz del Señor se escucha en toda la Biblia. Dedique tiempo para conectarse con Dios por medio de su Palabra. Deje que el Espíritu Santo le recuerde las verdades relacionadas con su situación.
Estar sintonizado con la estación correcta.
Dios siempre dice palabras que son congruentes con las Sagradas Escrituras —Él nunca las contradecirá. Compare lo que usted esté escuchando con su Palabra, y busque el consejo piadoso para asegurarse de que tiene la dirección de Dios.
Estar dispuesto a hacer los ajustes necesarios.
A veces, lo que Dios nos dice puede parecer ilógico según razonamiento humano. Puede ser tentador desestimar una voz que no está de acuerdo con nuestras ideas, pero los hijos de Dios necesitamos seguir sus instrucciones, cueste lo que cueste.
Nuestro Salvador le está llamando, ¿le resulta fácil reconoce su voz? Para conocer su voz mejor, dedique más tiempo a su Palabra. Hoy es un buen momento para comenzar a hacerlo.
miércoles, 1 de julio de 2015
Las decisiones que Alegran
Romanos 8.28-39
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Piense en una circunstancia de su vida que le gustaría cambiar si pudiera. ¿Se siente frustrado? ¿Preocupado? ¿Enojado? Para experimentar la libertad que proviene del contentamiento —ya sea una dificultad o un deseo insatisfecho— tiene que aceptar la situación como si ha sido permitida por Dios, aunque Él no la haya causado.
En estas situaciones, mi oración normalmente es: “Señor, elijo aceptar esto como si viniera de ti. No importa lo que vea, elijo mirarte a ti”. Entonces puedo descansar en su omnipotencia y en el conocimiento de que soy hijo del Dios vivo. En vez de sentirme como víctima de mi circunstancia, indefenso y sin esperanza, sé que estoy siendo cuidado y guiado por mi Padre celestial soberano en todo lo que pueda venir.
La segunda decisión crucial es el sometimiento total. Esto no significa acercarse a Dios hipócritamente, y decirle: “¡Bueno, Señor, solo quiero darte las gracias por esto! Todo es tan dulce, Jesús”. No, no lo es. Sea sincero y dígale: “Esto es doloroso, y no me gusta. Pero elijo someterme a ti porque eres misericordioso y digno de confianza. Estoy dispuesto a perseverar hasta que logres en mí lo que quieras. Elijo depender de tu poder para todo lo que necesite”. Si usted toma esta decisión y se ciñe a ella, sus temores perderán su poder.
Decida creer en Romanos 8.28.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Si lo hace, podrá encomendarse al Señor sabiendo que Él quiere lo mejor para usted, que le cuidará y nunca se apartará de su lado. Si acepta estas verdades, no tendrá razón para temer.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Piense en una circunstancia de su vida que le gustaría cambiar si pudiera. ¿Se siente frustrado? ¿Preocupado? ¿Enojado? Para experimentar la libertad que proviene del contentamiento —ya sea una dificultad o un deseo insatisfecho— tiene que aceptar la situación como si ha sido permitida por Dios, aunque Él no la haya causado.
En estas situaciones, mi oración normalmente es: “Señor, elijo aceptar esto como si viniera de ti. No importa lo que vea, elijo mirarte a ti”. Entonces puedo descansar en su omnipotencia y en el conocimiento de que soy hijo del Dios vivo. En vez de sentirme como víctima de mi circunstancia, indefenso y sin esperanza, sé que estoy siendo cuidado y guiado por mi Padre celestial soberano en todo lo que pueda venir.
La segunda decisión crucial es el sometimiento total. Esto no significa acercarse a Dios hipócritamente, y decirle: “¡Bueno, Señor, solo quiero darte las gracias por esto! Todo es tan dulce, Jesús”. No, no lo es. Sea sincero y dígale: “Esto es doloroso, y no me gusta. Pero elijo someterme a ti porque eres misericordioso y digno de confianza. Estoy dispuesto a perseverar hasta que logres en mí lo que quieras. Elijo depender de tu poder para todo lo que necesite”. Si usted toma esta decisión y se ciñe a ella, sus temores perderán su poder.
Decida creer en Romanos 8.28.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Si lo hace, podrá encomendarse al Señor sabiendo que Él quiere lo mejor para usted, que le cuidará y nunca se apartará de su lado. Si acepta estas verdades, no tendrá razón para temer.
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